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lunes, 6 de junio de 2011

¿Cuánto pesa aún la Iglesia Católica en el Bolivia?

La jerarquía episcopal boliviana cree en la autoridad espiritual y moral de la institución. El sociólogo Hugo José Suárez habla de la pérdida del "monopolio de la salvación".

¿Qué peso tiene hoy, en la comunidad internacional, la Iglesia Católica como institución? Esta pregunta es respondida por la jerarquía católica boliviana. Se ha planteado el tema tomando como pauta cercana la forma en que los gobiernos poderosos del mundo han ignorado los mensajes del Papa al momento de emprender una guerra como la que se vive en Irak. Aspecto mucho más evidente en el caso de España, un país de fuerte tradición católica que de todas formas ha hecho caso omiso de su Pastor esta vez. El análisis se abre por otro lado, el del sociólogo Hugo José Suárez, para quien hace tiempo que la entidad va perdiendo espacios, va cediendo el "monopolio de la salvación" y por tanto ese peso a nivel de la comunidad. Realidad que se vive de cerca en Bolivia, según argumenta.

DESDE DENTRO

"La Iglesia Católica tiene una autoridad espiritual y moral en el contexto internacional. Aunque su presencia e influencia depende de contextos específicos, en general, se le reconoce una importante autoridad moral cada vez que hace escuchar su voz respecto a diversos problemas. En Bolivia, esta autoridad es aún más notoria. Diversas encuestas y sondeos ubican a la Iglesia Católica como la institución que goza de mayor credibilidad.

Su misión es anunciar el Evangelio de Jesucristo, la Buena Noticia de la salvación. Por eso, es posible identificar su papel en dos niveles mutuamente complementarios: la del anuncio del Evangelio propiamente tal y la de la promoción humana. A la Iglesia Católica no le es indiferente ninguna preocupación humana, porque el centro de su misión es el ser humano. Como se establece en varios de sus documentos, 'la gloria de Dios es que el hombre viva'. El testimonio de la caridad, la solidaridad, el empeño a favor de los más pobres es signo de la autenticidad de la evangelización.

Es cierto, sin embargo, que a pesar de la autoridad moral o espiritual que se le reconoce, sus llamados o pedidos no son siempre escuchados. ¿Por qué? En primer lugar, la Iglesia tiene claro que su fidelidad en el anuncio del Evangelio para iluminar diversas situaciones de nuestra vida no garantiza la escucha o acogida de ese mensaje y, menos aún, su puesta en práctica. 'Si al propio Jesucristo, modelo de nuestra fe, no le escucharon de inmediato, por qué nos van a escuchar a nosotros. Es un trabajo lento, difícil, pero podemos avanzar, no perdemos la esperanza', reflexiona uno de nuestros pastores. Esto significa que generalmente el anuncio del Evangelio sustentado por la Iglesia se presenta como incómodo, exigente o demasiado difícil de aplicar como en su tiempo.

Por otro lado, respecto al caso de España (un país de fuerte tradición católica, cuyo Gobierno apoyó el ataque contra Irak pese a los llamados del Papa), hay que diferenciar la posición del pueblo español de la posición del Gobierno español. El 90 por ciento de los españoles se ha manifestado en contra de la guerra y, sin embargo, su Gobierno ha adoptado la posición contraria. Esto nos hace ver que muchas veces los gobiernos están distanciados de sus pueblos y se les dificulta escuchar su voz.

Es claro que frecuentemente la Iglesia Católica logra hacerse eco de las preocupaciones y clamores populares. Es importante hacer notar que la opción por los pobres y excluidos que ha señalado reiteradas veces la Iglesia Católica tiene su base precisamente en el Evangelio.

Otra razón de por qué sus mensajes no son escuchados es la interposición de otro tipo de intereses económicos, políticos e incluso personales. Al respecto conviene recordar una especie de sentencia anunciada por el Santo Padre en víspera del conflicto. Decía Él: '... Quien decide por la guerra asume una gran responsabilidad ante su conciencia, ante Dios y ante la historia'.

El elemento principal es la libertad del ser humano. Dios no nos obliga a nada, nos propone un camino, nos ofrece una salida, pero no impone nada. Haciendo uso de esa libertad es que los seres humanos elegimos uno u otro camino, con las consecuencias y responsabilidades que de esa decisión se derivan.

Para los obispos católicos, sin embargo, el anuncio debe continuar, la esperanza es un valor que hay que preservar a pesar de todo. Se señala también que para esta tarea es importante no perder de vista los signos positivos que se van dando. Hay que reconocer que también hay gobiernos, líderes, dirigentes que escuchan la voz del Papa, que reconocen no sólo su autoridad moral sino la necesidad de aplicar esas orientaciones". Comisión de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal de Bolivia.

LA SOCIOLOGIA

"Hasta los años 50, todos en América Latina habían aceptado, implícita o explícitamente, que la relación con lo divino pasaba por la mediación católica. Hoy reina una libertad de elección de esta mediación. Estamos en el tránsito de una economía religiosa del monopolio hacia una de la competencia. La dinámica que prima en la relación con lo sagrado es de competencia en la economía del libre mercado religioso. Es una situación sin precedentes donde el mercado se ha transformado y las empresas independientes de salvación se multiplican. El campo religioso está estallando en todas las direcciones, lo cual significa que las ofertas religiosas compiten y se espera que el público elija el producto divino.

Muchas son las causas que explican esta pérdida de terreno del catolicismo: la globalización, la economía, etc. Pero también hay que señalar la responsabilidad que le corresponde a la propia Iglesia Católica, al haber dejado terreno a los nuevos movimientos religiosos. Si bien ésta sigue siendo la más importante agrupación religiosa, es pertinente preguntarse: ¿qué le sucedió para dejar salir en estampida a sus feligreses? ¿Dónde estuvo su error?

Es claro que la Iglesia Católica no supo adecuarse a los cambios estructurales sucedidos en el continente, y particularmente, no supo responder a las expectativas religiosas de los pobres. Sus posiciones, sean éstas progresistas como la Teología de la Liberación o las comunidades eclesiales de base o conservadoras como el Opus Dei, no lograron ofrecer una renovación espiritual atractiva a aquel sujeto, cuyas necesidades espirituales y económicas estaban insatisfechas. 'De manera sumaria se puede anticipar que a pesar del soplo de renovación que animó a la Iglesia Católica romana después del Concilio Vaticano II, ésta no ha cambiado en su modo de mantener la hegemonía. Sigue instrumentalizando las demandas religiosas de las masas mediante un modelo corporativista de gestión religiosa'.

En efecto, ni las espectaculares visitas papales al continente, ni la compañía de la religiosidad popular y el uso simbólico de vírgenes, santos y fiestas sincréticas, ni el verticalismo de los más conservadores, ni la 'opción por los pobres' de la Teología de la Liberación, ni el pentecostalismo interno como la Renovación Carismática, ni el poderoso aparato eclesial, ni el Espíritu Santo pudieron frenar esta estampida religiosa. Por ello se puede afirmar que la propia Iglesia fracasó parcialmente en su intento de conservar el monopolio de la salvación y la mediación de lo sagrado. 'La proliferación de movimientos religiosos no católicos puede expresar tanto el desencanto de las masas con una Iglesia Católica incapaz de reformarse desde dentro, como un modo de organización de redes religiosas de contrapoder religioso'. En todo caso, gran parte de la batalla católica ha sido perdida, la suerte está echada, y ahora sólo le corresponde acomodarse al nuevo campo religioso dentro del cual ella es una más en el contacto con los dioses.

Ante estas condiciones tiene razón François Houtart cuando dice que 'América Latina es hoy una tierra fértil en movimientos religiosos'. Y Bolivia no es excepción.

Las distintas condiciones sociales trajeron consigo la ineficacia simbólica de algunos recursos religiosos hoy impotentes frente a males de diversa índole como los desastres naturales, las enfermedades o los desastres económicos. Esto da lugar a la búsqueda desesperada de un nuevo sistema de creencias más eficaz frente a los problemas cotidianos de los creyentes. Parker afirma que 'la religiosidad de las masas' en la urbe se transforma en una 'estrategia simbólica de supervivencia' que contribuye a la reproducción del sentido de la vida, reinstaurando, por la vía del cosmos sagrado, el nomos que aleja toda inseguridad y la amenaza destructora del orden significativo y de la propia vida en estas clases marginalizadas".

1 comentario:

Anónimo dijo...

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